Cuando no hace viento en Tarifa, los
pobres windsurfistas no tienen gran cosa que hacer pero los que solemos
llevar piedras en los bolsillos para ver recorrer la ciudad desde Playa
Chica hasta el comienzo del sendero que lleva hasta Guadalmesí
aprovechamos para sacar el cuaderno.
Estar
en Tarifa permite saber como sería la vida de los españoles que vivían
en Tetuán hasta 1956; pues recorrer sus calles no debería ser muy
diferente; si Tetuán era conocida como La Paloma Blanca también debería
serlo Tarifa, que con sus calles estrechas y su abigarrado urbanismo da
la sensación de estar en Yebala en vez de en Cádiz.
En
Tarifa las cosas son muy sencillas, solo hay que dejarse llevar por sus
callejuelas y guiarse por el sonido de la musica chill out que
desprenden los ventanucos y celosías de la pequeña medina. El olor a
kebab, a tapita de ortiguilla, a espuma de cerveza; se mezclan en esta
ciudad zoco con los colores de la luz del sol, reflejados en las blancas
casas y en los farolillos de alguna tienda de objetos morunos.
Aquí
he sentido como ha de vivirse un tsunami a pequeña escala, y es que en
mitad de la siesta en Playa Chica, una ola puede sorprenderte; al igual
que los jabegueros zahareños amanecían en Tetuán a menos de los piratas
según Cervantes; si pasa un ferry rápido de Tánger puedes despertar de
tu siesta mojado y desplazado algunos metros, pero es divertido.
La
gente viene a pasarlo bien, de día y de noche, y aunque el público que
más me gusta es el diurno, porque van a visitar el castillo, las
murallas y el mercado; no hay que descartar perderse entre la gente por
la noche en esta pequeña Ibiza andaluza y dejarte llevar por la marea
humana, que sola te va depositando como las olas en la puerta de los
bares más de moda.
En
Tarifa el foráneo se siente español y el español foráneo, es gracioso
ver como los alemanes saludan a más gente que yo aun siendo gaditano.
Será que todos alguna vez en nuestra vida "tomamos la vía de Tarifa" y
es que para desconectar y para recargarse -aunque no seamos un movil-,
venir a Tarifa es venir al principio del fin; aquí los musulmanes
hicieron sus primeros reconocimientos antes de asaltar nuestra península
en los albores de la Edad Media, y a la vista está que les gustó lo que
vieron. Quien viene repite.
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