No hace demasiado, un pradense -aunque él me dijo que prefiere "pinchaúvas"
como gentilicio- me comentó que un aladelta había aterrizado en sus
dominios con aspecto de pájaro desorientado. Al caer en las tierras de
Iptuci, el piloto -que al parecer venía de Málaga- le preguntó ¿dónde
estoy?, a lo que el natural le respondió: en Prado del Rey...el
piloto asustado dijo ¿¿¿en Madrid??? y de nuevo el pradense con una
tranquilidad abrumadora le contestó: no hombre, en Cádiz.
En efecto, aunque este fantástico pueblo fue fundado por el mejor
alcalde de Madrid, Carlos III, no pertenece a la megalópolis de San
Isidro Labrador, sino que corresponde a la actual provincia de Cádiz, la
gran provincia de Cádiz. Si bien, este pueblo gaditano no es donde se
ubican los estudios de televisión española no debemos olvidar llevarnos
una cámara, pues aunque no goza especialmente de multitud de monumentos
antiguos debido a su reciente fundación; es un pueblo de película. Para
el que no viva aún en la era digital, puede usar el cuaderno.
Ara funeraria de Fabia Fabiana. |
Este
largo fin de semana lo hemos pasado algunos sketchers de la bahía de
Cádiz en Prado del Rey. Aunque fuimos con idea de pasar un apacible fin
de semana al calor de la lumbre, este sorprendente lugar nos exprimió
hasta la última gota de energía, que se fue toda para el estómago, ¡Qué peshá de comer!
En
Prado del Rey hay apenas seis mil habitantes, pero lo que importa no es
la cantidad, sino la calidad; su gente, al igual que los fenicios que
anduvieron por aquí, están acostumbrados al trato con el foráneo, tal es
así que viven en el pueblo y sus alrededores medio centenar de
inmigrantes, muchos de ellos del país de la cerveza. Desde el pueblo se
pueden visitar otros lugares como Villamartín, el Bosque o Ubrique, en
apenas diez o quince minutos de coche en diferentes direcciones. Si no
sabéis a donde ir, seguid a las nubes, que por aquí abundan en estas
fechas, y llenan de agua un río en otro tiempo molinero, el Majaceite.
Pertenece
este municipio a la Sierra, y aunque no es un pueblo ubicado sobre una
piedra, sus cuestas empinadas nos dicen que estamos en ascenso. Aún así,
es increíble comenzar la visita por un lugar que me recuerda
profundamente a mi entorno, aun viviendo a ras del mar. Las salinas de
Iptuci -antiguo nombre libio-fenice del enclave que por aquí existió
hasta época de los árabes-. Los sketchers gaditanos ocupamos el lugar en
el que un manantial llena de agua salada unas cuencas explotadas desde
hace dos mil años.
Teniendo
en cuenta la calidad de esta sal, no es de extrañar que la gente de
este pueblo sea tan salada y que la comida sea tan sabrosa en cada uno
de sus bares, que hay casi tantos como habitantes. Tres días aquí le han
bastado a Prado para ganarse un hueco en mi lista de recomendaciones
personales; esos sisitos buenos a los que solo se invitan a los colegas
de verdad, ¡a Prado hay que venir!
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