En verano cuando cae la tarde algunas plazas duras (aquellas que
salieron para tapar aparcamientos subterráneos) se llenan de niños y padres del barrio asfixiados por el ardor madrileño, como esté de Luna-Tudescos.
Unos chorritos en el suelo dan más juego que las fuentes ornamentales, de solo mirar y
afotar.
Aquí no hay playa, adaptándonos al medio.
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