viernes, 4 de noviembre de 2011

Moais y más moais

Aprovechando que hoy tengo un poco de tiempo, voy a hacer una de mis entradas pesadas para los más pacientes. Y, de paso, os coloco unos bocetos que ya tienen bastante tiempo, pero que no dejan de ser curiosos. Se lo dedico a Swasky, que el pobre hasta dice que le gustan ;) :D

En particular, éstos son de la isla de Pascua, un cacho de roca perdido en mitad del Pacífico de 5 km de ancho por unos 15 de largo (la única pista del aeropuerto(?) la cruza de extremo a extremo) y donde hay que coger más aviones que Willy Fogg para llegar. Yo en particular aproveché un viajillo de trabajo a Santiago de Chile (feo con ganas, con mis disculpas si por aquí cae alguien de allí, pero es lo que hay) y me cogí 5 días para dejarme caer (visto el aeropuerto, casi literalmente) sobre la isla, creyendo en mi ingenuidad de que, por aquello de ser chilena, estaría relativamente cerca. Pues no. Como cinco horas de avión, sólo dos vuelos a la semana y un billete a precio de órgano de esos que producen cosas acabadas en -ina.



El hecho es que con la vieja excusa de "para una vez que vengo ...", me rasqué el bolsillo hasta el forro y me planté allí con un par de amiguetes. La ciudad (poblado) más importante de la isla (la única) se llama Hanga Roa y está en una punta de la pista del aeropuerto (en la otra se acaba la isla). Allí vimos el primer moai, que resultó ser el más atípico de todos porque estaba mirando al mar. Nosotros no le vimos nada raro, ahí se ve lo mucho que sabíamos.



En realidad, los moais siempre miran hacia el interior, como el de arriba, ya que su propósito era servir de protectores de la aldea correspondiente. En plan Coloso de Rodas, poco más o menos, pero combinado con un buho, y para eso les ponían unos ojos enormes de mirada fija. Y, no fuera que se despistasen, los ojos se les colocaban sólo cuando ya estaban mirando a la aldea correspondiente, a ver si después de tanto curro iban a acabar protegiendo al vecino.



No es de extrañar, por tanto, que lo primero que hacía el incursor de manual cuando atacaba una aldea fuera tumbar a los vigilantes. Por lo que pudiera pasar. La mala suerte es que, dada su forma y el hecho de que se colocaban encima de unos altares en forma de cuña como el que hay abajo, al caer se partieran por el cuello. De hecho, la mayoría de los moais que hay hoy en día erectos en la isla están pegados por el cuello como cuando a nosotros se nos descabezaban los clicks.



Lo irónico del asunto es que las guerras de la isla empezaron, precisamente, por culpa de los moais en cuestión. Al parecer, según nos contaron, todos los moais se esculpían en la cantera de Rano Raraku, que está en el interior, al este de la isla. La pieza principal se esculpía con el moai en horizontal directamente de la pared de piedra y en alto. Una vez extraida, se hacía rodar por la ladera para que cayera en vertical en un agujero, previamente excavado, de manera que la cara quedase a la altura de una persona para poder tallarla comodamente:



Y una vez completado el moai, a falta de ponerle el sombrero y los ojos, quedaba la parte complicada: moverlo a la aldea destino. Para poder transportarlos, se especula que se usaban troncos de árbol y se hacían rodar sobre éstos, que teniendo en cuenta lo que pesan estas cosas, serían probablemente de usar y tirar. Y si se tiene en cuenta el tamaño de la isla y el número de moais que tiene, es obvio que debieron deforestarla en un pispás y, a partir de ahí, ala, a guerrear unos con otros -previo descabezamiento de los moais protectores-. La ironía es lo que tiene.



Como he comentado ya, para terminarlos, a los moais se les colocaba una especie de sombrero colorao, que venía a representar el pelo, según nos contaron, pues parece que la población autóctona era pelirroja. Nueva sorpresa para la pandilla. Muchos no llevan ahora el sombrero, que se partiría después de ser descabezados durante las guerras en la isla, pero algunos estaban enteros y se los han puesto de nuevo.



Sólo comentar que, aunque es muy pequeñito, el museo local merece mucho la pena, y tiene cosas de lo más curiosas, como action moais, o algo similar, que se podían llevar en un bolsillo (si es que esta gente usaba bolsillos) y herramientas de la época.



Y ya para terminar, y sólo para que os hagais una idea del colorido de la isla, os dejo una de las acuarelillas que hice a la vuelta. Ojo, que esto NO ES un urban sketch, sino que lo dibujé tranquilamente en casita, pero por aquel entonces no llevaba acuarelas de viaje.



Ea, enhorabuena a todos los que habeis llegado hasta aquí y un saludete!

7 comentarios:

lalomimar dijo...

¡Qué envidia, y qué maravilloso reportaje, tando dibujístico como cultural...! Pienso ir...

Patrizia Torres dijo...

Fantástico reportaje, Cris, gracias por compartir el viaje.

ELMOREA dijo...

Muy interesante. No se que es mas raro, que fuesen pelirrojos o que tuvieran el pelo en forma de bacinilla ;)

arranz dijo...

Se agradece tu descripción, da gusto aprender contigo.

Francis dijo...

Me ha encantado muchas gracias Cris.

Ale_ dijo...

Un mafnifico y ameno resumen geografico-historico muy bien ilustrado. Un gustazo. Gracias Cris
(la acuarela es fantastica)

Cris Urdiales dijo...

Gracias a todos! A ver si un dia de estos consigo reenganchar el reportaje chino de este año, que ya me quedaba poco :)