domingo, 7 de junio de 2015

Bujdur. Cosas de casa



26.03.2015
Mañana por la noche se acaba mi viaje y aún me queda un montón de cosas por dibujar. Vine con la idea de que de que en esta tierra inhóspita, donde nunca los saharauis habrían plantado sus jaimas, había mucho que disfrutar, porque lo hay en todos los sitios. Y eso aquí se relaciona siempre con las personas, con las familias. La forma en que la gente trata los objetos es lo que da a un sentido estético a todo lo que les rodea.
Las ascuas de carbón son fundamentales para el té, porque mantienen el agua a una temperatura adecuada durante el largo tiempo que dura la ceremonia. Pero no imaginaba que en las casas se preparan con butano, en una especie de badiles agujereados, como nuestras sartenes de castañas.
Otra observación que me seduce es la forma de presentar el plato común de la comida, rodeado de trozos de pan. Porque el pan, junto con el uso directo de la mano derecha, son los cubiertos de los comensales. Así cada uno tiene lo necesario para la sección de plato que le corresponde. Me gusta mucho la gracia con que lo disponen. Y Ahmet, con su elegante darráa entre las cabras. Alguien me ha dicho que en Mauritania no se quitan el darráa ni los mecánicos de coches. Y os aseguro que es una prenda nada fácil de llevar.
La actitud libre y relajada en la gaitun ya la había dibujado, pero ahora quiero hacerlo con mi familia anfitriona. Aziza, Shabu y el tío de ambas, descansan a su aire después del desayuno.
Acaban hoy mis apuntes con otra cosa que siempre me llamó la atención y hoy, por fin, entiendo esa especie de corral de cabras, pero sin ellas que tienen cerca de la jaima. No, no es un corral. Es un almacén abierto en plena calle. Lo entiendo ahora que están poniendo y quitando bártulos y herramientas, en una panorámica en la que puedo mostraros la disposición de la jaima, al completo: De izquierda a derecha, la gaitun, la daar, el enorme remolque-contenedor que usan de almacén, la caseta del baño y el corral de cabras, allí, pequeñito.  
Ahmet me dijo en una ocasión que allí nadie coge lo que no es suyo. Puede que no sea cierto siempre y al cien por cien, pero es lo habitual.




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