martes, 27 de mayo de 2014

Los USK asaltan Grazalema como bandoleros

La Gran Zulema

Hacía tiempo que no pasaba un fin de semana en la sierra y ha sido precisamente este cuando he roto la racha. Grazalema es un pequeño pueblo blanco que perteneció a los árabes hasta el final de los tiempos de estos en España. En 1485 la Gran Zulema se pasó al bando cristiano, saliendo de esa pequeña burbuja en la que parece existir ajena al tiempo, al mundo.
Es un pueblo de un blanco perla y un gusto exquisito, sus casas, sus calles, siempre limpias y relucientes; lo mejor es la sensación de saber que estás donde no hay nada salvo Grazalema. Cuando vas no estás de paso, si vas a Grazalema vas. Las pequeñas trazas de muralla nazarí que aún pueden verse entre la vegetación conforman un conjunto cuanto menos al estilo de los jardines de babilonia. El verde en todas sus gamas y el olor a chimenea son la tónica general; y si tienes calor hay unas caras de piedra esperando a escupirte un chorro de agua fresca donde más lo necesites.
La hostelería es todo un lujo, tapas de venado y cervezas, potage de tagarnina y vino blanco, queso payoyo y un vinito dulce; buen trato y camareros preparados tanto para el turismo extranjero como para el gaditano, buen trato e idiomas.
El finde comenzó el viernes con la recepción del Ayuntamiento de esta ciudad bandolera, que junto con la Galería Neilson organizaron toda una ruta Quetzal. Una maratón de dibujo para los cerebros más concienciados. sin duda fue un placer, y no imaginaba que un lugar tan pequeño ofreciera tanto al dibujante, pues la blancura relaja mis ideas hasta el punto de anularlas para dejarme llevar por el sueño del que camina con los brazos extendidos entre sábanas blancas tendidas que son los muros de las casas.

San José


 Como todo lo que sube tiene que bajar, comenzamos la ruta en lo alto del pueblo, llegando a subir incluso al campanario de esta parroquia de San José, blanca por fuera y blanca por dentro, su espadaña se divisa desde la entrada al pueblo como una cima inalcanzable, un auténtico tresmil. En esta calle me di cuenta de que la confianza entre la gente aún es posible, todo el mundo decía hola, y si te veían en su casapuerta te sonreían y animaban a seguir con el dibujo; así que me cargué las pilas de positivismo.

 La mismísima fuerza de la gravedad me llevó a recorrer el pueblo hacia abajo más y más progresivamente, hasta que casi languidecí al llegar a la Plaza de España, donde me animaron las simpáticas caras visigodas de la fuente, que por una vez en mi vida, estaba libre de sedientas avispas.De repente la plaza se convirtió en un todo un recital de dibujo donde los sketchers nos mimetizamos con el mobiliario de los bares, sentados, rehundidos en la silla y con una cerveza en la mano los menos, y con vino los mas; nada que ver con el ambiente de funeral que cernió el bautizo de hijo de Jose María "el Tempranillo", que como regalo de reyes recibió la muerte de su madre en pleno parto el 6 de enero de 1832. Esta iglesia fue testigo de este bautizo histórico, pero vio también crecer a un pueblo que ocupó toda la colina en que se asienta.
Iglesia de la Aurora
 Por la noche este ambiente se cambió por el de una manada de niños enfurecidos celebrando la victoria del Madrid, y es que los festejos en los pueblos tienen más encanto, pues es el centro del pueblo donde se reúnen para hacer ruido y mostrar alegrías; los gaditanos mostramos las alegrías con unas palmas sordas y unos cantes de pericón, pero también en la calle, no importa costa o montaña.

Iglesia de San Juan
La Iglesia de San Juan es posiblemente el lugar más antiguo que junto a algún conducto acuífero o fuente, encontramos en Gran Zulema. Su torre es una delicia, recuerda a esos edificios de chocolate que fabricaban cada año en la pastelería Calle Sacramento de Cádiz, dan ganas de morderla y escucharla crujir. Una pieza casi de joyería, y es que aunque el oratorio es más moderno, el campanario es con casi total seguridad el alminar de la mezquita aljama de Grazalema, es pequeño, con ventanas pequeñas y tres cuerpos pequeños, que se coronan con un cuarto cuerpo campanario de colores mercedarios

 Sin duda la torre más alta es el orgulloso Peñón Grande, que cada día  da una sombra heladora al pueblo, y también lo protege de invasores de más allá de la frontera que no pueden ver lo que hay tras él. El atardecer aquí fue como pasar a la cara oculta de la luna, de repente se hizo de noche sin tregua, el color gris y morado se apoderaron de todo y el frío mejor no hablemos.
Peñón Grande

 Con este panorama helador estuve a punto de huir hacia la calzada nazarí y correr un kilómetro y medio en busca de algún rayo de sol extraviado, pero recordé que el partido de Champions estaba a punto de empezar y volví sobre mis pasos no sin antes detenerme a las puertas de la ciudad, nostálgico de mis puertas de tierra.
Puerta de la Villa


4 comentarios:

Rincón dijo...

Gran crónica y mejores dibujos. Un placer.

Lau dijo...

tu si que eres un bandolero, que guayyy!!

clara dijo...

¡Muy bien dibujado y muy bien narrado!. ¡la que me perdí!

Eduardo Vicente dijo...

Son unos dibujos estupendos, me gustan mucho.