viernes, 17 de enero de 2014

Venturas y demás riesgos colaterales en el oficio del Urban Sketcher.

 Dibujar en vivo e in situ, en la calle o en interior, delante de la gente que pasa (de "transitar" y de "ignorar"...) o que se detiene a mirarte por encima del hombro, te puede regalar momentos inolvidables en conversaciones, convivencias y sorpresas como la que recientemente le pasó a Javier de Blas en su viaje por Grecia. Aunque otras veces también te pueden suceder cosas inconcebibles. Son los riesgos del directo...

Esta historia me ocurrió a mí en el metro de Madrid hace un par de días.

Estaba yo leyendo el periódico cuando suben al vagón dos viejecitas superarregladas, con boina, gorro y guantes a juego, trajes de chaqueta y pantalón de rayas, ambas, abrigos con puños vueltos y cuellos de pelos lustrosos, perfectamente maquilladas y con bastón de empuñadura plateada de galgo en alerta. Y van y se sientan en la fila de enfrente. Irresistibles a más no poder... Guardo el periódico, pero ¡maldición! me he dejado el cuaderno en casa de mis padres. Menos mal que encuentro un taquito de papeles de esos que te ponen junto al teléfono en las habitaciones de los hoteles. Me pongo a dibujarlas con el rabillo del ojo para que no se dieran cuenta.
Esas señoras son realmente magníficas y maravillosas, qué placer, pero he de ser discreta. Alguna parada más tarde un señor, al bajarse en una estación, me dice jovialmente "¡Suerte con el dibujo!", y me guiña un ojo. Las viejecitas sonríen y cuchichean entre ellas. Voy terminando los retratos, para lo rápido que voy no me están saliendo demasiado mal, ese atuendo tan curioso y elegante facilita las cosas.
Llego a mi parada. Recojo bolso y abrigo y al levantarme para bajarme del vagón las señoras me piden que les muestre el dibujo. Se lo enseño mientras les digo que las encuentro guapísimas y maravillosas, pero al irme a bajar una de ellas dice "Ah, pero ¡yo quiero este dibujo!", arranca la hoja y me devuelve el cuadernillo cuando se van cerrando las puertas del vagón.

Y me encontré compuesta y sin dibujo en el andén de la estación, con el tren desapareciendo por el túnel...


Independientemente de la curiosa anécdota, puedo llegar a pensar que estas señoras me siguieran tan bien el rollo a pesar de mi inepta discreción que se sintieron modelos y dueñas del dibujo con total y apabullante impunidad. Se mimetizaron con su papel (y con el mío).
Pero también se podían haber tomado a mal el que me pusiera a dibujarlas sin permiso, porque gente susceptible haberla, hayla... ¿Os ha pasado alguna vez que alguien se apartara o se negara con ofensa manifiesta a que le dibujárais cuando os veía mirarle con fruición, lápiz y cuaderno en mano? Afortunadamente no suele ser frecuente, y en este caso que os cuento es mi triste consuelo el que se hayan quedado con mi dibujo. Si se llegan a enfadar, me podían haber dado con el galgo...

Podéis encontrar más divagaciones sobre esta historia en nuestro blog hermano.


12 comentarios:

Fernando dijo...

Qué curiosa esta historia y qué tremendas esas mujeres. Muy buena anécdota.

Patrizia Torres dijo...

Gracias, Chagua, hay que tener cierto carácter para ir de ese porte y andar arrancando dibujos por el mundo, aunque no creo que ellas sospechen mínimamente los quebraderos de cabeza que me han causado...

Juan María dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan María dijo...

Les haremos un "yuyu" por su mal hacer, y seguro que se les apolillan esos cuellos de pelo lustrosos

aidibus dijo...

Imagino que no se hubieran atrevido a arrancar la hoja del cuaderno... aunque ¡vete tu a saber! se fueron de montería al metro y te cazaron el dibujo :-)

Patrizia Torres dijo...

Espero que entre mis comeduras de tarro y vuestros comentarios al respecto, a las viejecitas les piten por lo menos un poco los oídos, Juan Mª.

Ana, a estas alturas casi agradezco haberme olvidado el cuaderno, estoy segura de que habrían arrancado el dibujo igual...

Rincón dijo...

Pequeños tesoros que se pierden para nosotros, pero no para ellas y que al menos alimentan esta historia. Muy buena

Patrizia Torres dijo...

Gracias Alfredo, aunque no sé si ellas considerarán un tesoro ese dibujo...

Unknown dijo...

jejeje me las imagino con su trofeo de caza. Estaría bien poder seguir el rastro de tu dibujo.

Patrizia Torres dijo...

A saber dónde habrá acabado ese dibujo, Fernando, pero el gesto de haber sido arrancado del cuadernillo me perseguirá siempre !

Isabell Seidel dijo...

*jajaja* … me estoy preguntado si hubiera perdido mi parada para pelearme por MI! (su? - nuestro?) dibujo … aunque es verdad que estas cosas de sinvergüenzas (ellas? nosotros?) nos pillan totalmente por sorpresa. Siento contigo ;)

Patrizia Torres dijo...

Lo que planteas aquí es toda una cuestión sobre la identidad, Isa, desde luego. ¿Quién(nes) es(son) la(s) sinvergüenza(s)? ¿Ellas por robarme el dibujo, o yo por usar su imagen sin preguntar?¿El modelo vs. el dibujante?¿Quién es el dibujante sin su modelo, sobre todo para un Urban Sketcher que no dibuja nada de memoria?
Buena pregunta, Isa, jajajaja...