Cuentan que en 1261 Fortún de Torres se dejó las manos, los pies y hasta
los dientes por sostener el estandarte de su rey dentro de este
edificio a salvo de sus enemigos. Tras poco más de una hora en su
interior, yo también llegué a sentirme celoso de que alguien pudiera
poseer este tesoro del que ya me había apropiado, al menos mentalmente;
el Alcázar de Jerez es toda una joya de la arquitectura islámica.
Un nuevo imperio musulmán que había emergido en el siglo XII, los
almohades, con un nombre que invita al deporte nacional -la siesta-;
habían levantado a esta ciudad hacia unas alturas nunca conocidas hasta
entonces. Y cuando decimos altura es literal, puesto que habían
levantado una gran fortaleza a más de 80 metros sobre el nivel del mar,
ese mar antaño cercano. Alguien pensó que sería bueno desafiar a estos
reyes del hormigón, o mejor dicho del tapial, y quiso plantearles el
reto de construir un edificio más alto que el propio alcázar, un
Algarrobico de los cincuenta con escasas cinco plantas. Hoy día, de
aquello no queda más que el espeluznante recuerdo fotográfco, pues el
Goma-2 se encargó en 1981 de destruir hasta el último centímetro
cuadrado de su horrenda superficie. La torre del Homenaje que había
construído don Rodrigo Ponce de León lo vio todo con ojos estupefactos,
algunas esquirlas debieron darle tras la explosión, pero una torre tan
fuerte se sacudiría como si nada.
Por este lugar han pasado tantos personajes históricos que casi sería
imposible terminar de leer la lista antes de terminar la entrada de este
blog. Un hamman, una mezquita y unas torres de una belleza inigualable
fueron contemplados por algunas de las miradas más críticas de la
sociedad medieval; los Reyes Católicos pasaron por aquí un tiempecito,
aunque conociendo el escaso amor por la higiene en aquellos tiempos es
dudoso que estos disfrutaran de un agradable rato de hamman en los baños
árabes, que por otra parte, ya no tenían el mismo uso que hacía casi
doscientos cincuenta años antes.
Este alcázar tenía una puerta para entrar por la ciudad, y otra para
salir por el campo; era imposible no mirar atrás para decirle adiós a la
fabulosa torre octogonal, que controla el sur de la ciudad, el sur del
alcázar y el sur del sur. Durante un mes este pirulí de tapial, esta
maravilla de la más simple ingeniería, estuvo observando titubeante los
tiras y aflojas de las tropas de Alfonso X contra las de Abenabit;
finalmente, tuvo que despedirse de su buen amigo moro que tantas veces
le había visto subir y bajar por esta escalera central que la vertebra y
cuyos escalones echarían humo por tantas subidas y bajadas, ¿quién no
estaría preocupado viendo venir el fin de las mil y una noches? Este
edificio, su huerto, sus fuentes, el sol reflejado en su enlucido
tapial; todo iba a parar a manos de unos cristianos que supieron asumir
que la belleza está en el interior y que más allá de los opacos muros de
hormigón, se abría para ellos todo un mundo interior que sin duda
supieron aprovechar.
Al visitante, decirle que procure ir un día de sol, pues evoca una de
esas fortalezas en medio del desierto, y se hace necesario, con el
calor, buscar una de las fuentes que o bien con nenúfares o bien con
peces naranjas, jalonan el edificio. Entre estas fuentes y edificios
morunos, pueden verse a menudo, como dijo un tal Ahmad ben Muhammad
al-Maqqari para las calles y zocos de Jerez, "amantes y enamorados".
2 comentarios:
Guauuuu. .. tremendo ... magnífico.
He de decir que a mi el mucho texto me asusta un poco, pero caramba que bien escrito, cuantos datos, ...
Y qué dibujos tan estupendos e ilustrativos.
Gracias Jonatan
gracias Ale!! a veces se me va la olla un poco con las teclas y me sale la vena de letroso que llevo dentro jeje, pero bueno, el dibu es el prota, un saludo!!!
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