viernes, 3 de octubre de 2014

HOY CON TODOS USTEDES: EL ALCÁZAR DE JEREZ

Cuentan que en 1261 Fortún de Torres se dejó las manos, los pies y hasta los dientes por sostener el estandarte de su rey dentro de este edificio a salvo de sus enemigos. Tras poco más de una hora en su interior, yo también llegué a sentirme celoso de que alguien pudiera poseer este tesoro del que ya me había apropiado, al menos mentalmente;  el Alcázar de Jerez es toda una joya de la arquitectura islámica.
Un nuevo imperio musulmán que había emergido en el siglo XII, los almohades, con un nombre que invita al deporte nacional -la siesta-;  habían levantado a esta ciudad hacia unas alturas nunca conocidas hasta entonces. Y cuando decimos altura es literal, puesto que habían levantado una gran fortaleza a más de 80 metros sobre el nivel del mar, ese mar antaño cercano. Alguien pensó que sería bueno desafiar a estos reyes del hormigón, o mejor dicho del tapial, y quiso plantearles el reto de construir un edificio más alto que el propio alcázar, un Algarrobico de los cincuenta con escasas cinco plantas. Hoy día, de aquello no queda más que el espeluznante recuerdo fotográfco, pues el Goma-2 se encargó en 1981 de destruir hasta el último centímetro cuadrado de su horrenda superficie. La torre del Homenaje que había construído don Rodrigo Ponce de León lo vio todo con ojos estupefactos, algunas esquirlas debieron darle tras la explosión, pero una torre tan fuerte se sacudiría como si nada.


Por este lugar han pasado tantos personajes históricos que casi sería imposible terminar de leer la lista antes de terminar la entrada de este blog. Un hamman, una mezquita y unas torres de una belleza inigualable fueron contemplados por algunas de las miradas más críticas de la sociedad medieval; los Reyes Católicos pasaron por aquí un tiempecito, aunque conociendo el escaso amor por la higiene en aquellos tiempos es dudoso que estos disfrutaran de un agradable rato de hamman en los baños árabes, que por otra parte, ya no tenían el mismo uso que hacía casi doscientos cincuenta años antes.
Este alcázar tenía una puerta para entrar por la ciudad, y otra para salir por el campo; era imposible no mirar atrás para decirle adiós a la fabulosa torre octogonal, que controla el sur de la ciudad, el sur del alcázar y el sur del sur. Durante un mes este pirulí de tapial, esta maravilla de la más simple ingeniería, estuvo observando titubeante los tiras y aflojas de las tropas de Alfonso X contra las de Abenabit; finalmente, tuvo que despedirse de su buen amigo moro que tantas veces le había visto subir y bajar por esta escalera central que la vertebra  y cuyos escalones echarían humo por tantas subidas y bajadas, ¿quién no estaría preocupado viendo venir el fin de las mil y una noches? Este edificio, su huerto, sus fuentes, el sol reflejado en su enlucido tapial; todo iba a parar a manos de unos cristianos que supieron asumir que la belleza está en el interior y que más allá de los opacos muros de hormigón, se abría para ellos todo un mundo interior que sin duda supieron aprovechar. 
Al visitante, decirle que procure ir un día de sol, pues evoca una de esas fortalezas en medio del desierto, y se hace necesario, con el calor, buscar una de las fuentes que o bien con nenúfares o bien con peces naranjas, jalonan el edificio. Entre estas fuentes y edificios morunos, pueden verse a menudo, como dijo un tal Ahmad ben Muhammad al-Maqqari para las calles y zocos de Jerez, "amantes y enamorados".

2 comentarios:

Ale_ dijo...

Guauuuu. .. tremendo ... magnífico.
He de decir que a mi el mucho texto me asusta un poco, pero caramba que bien escrito, cuantos datos, ...
Y qué dibujos tan estupendos e ilustrativos.
Gracias Jonatan

Jonatan Alcina Segura dijo...

gracias Ale!! a veces se me va la olla un poco con las teclas y me sale la vena de letroso que llevo dentro jeje, pero bueno, el dibu es el prota, un saludo!!!